El 15 de enero de 1965 llegó a la base aérea de Torrejón el primero de los 21 F-104 Starfighter, cedidos por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF) al Ejército del Aire. Venían precedidos de una fama un tanto siniestra y con un apelativo que lo decía todo: ‘Widow Maker’, el hacedor de viudas, traducido literalmente.
Y es que ‘el 104’ sufrió muchos accidentes allá donde prestó servicio, principalmente en los Estados Unidos y Alemania. En España, sin embargo, no hubo ningún problema con él durante los siete años que sirvió en nuestra fuerza aérea. En 1972 fueron reemplazados por los F-4 Phantom y, tras acumular 17 000 horas de vuelo, partieron con rumbo a Grecia y Turquía.
Este avión de combate, fabricado por la compañía Lockheed para la USAF, se diseñó para desempeñar funciones de interceptador y, por tanto, debía ser muy veloz y ligero para tener la capacidad de llegar rápidamente hasta el avión enemigo y derribarlo. Por esta razón, se concibió con el fuselaje lo más ligero y aerodinámicamente eficiente posible, en torno a un único y potente motor. Pero eran estas mismas capacidades las que lo hacían al mismo tiempo tan vulnerable a sufrir percances.
Otro de los elementos más llamativos del Starfighter era el ala de reducidísimo tamaño y espesor, apenas 10 centímetros, y con el borde de ataque tan afilado que había que protegerlo con una cubierta cuando estaba en tierra para evitar que el personal pudiera cortarse al manejar el avión. En resumen, un auténtico misil volante.
Desde hace algunos años podemos admirar el F-104 en el Museo del Aire de Cuatro Vientos. Se trata de una aeronave que sirvió en la Luftwaffe alemana, país en el que este avión provocó la pérdida de muchos pilotos, haciendo honor a su apodo y cimentando la mala fama que le ha perseguido a lo largo de su historia.
